Supe que venías
Supe que venías
porque oí a lo lejos
tu parpadeo
y sentí, claramente,
el olor de tu respiro,
con un aire de inédita poesía.
Supe que venías
porque vi a la distancia
como el horizonte claro
se acercaba de a poco
a mis anhelos.
Supe que venías,
porque pude ver
al zorzal inquieto
y al jilguero
componiendo nuevamente.
...Que venías cerca,
porque pude recordar
tu última partida,
cuando una vez ida
dejaste tu aroma
fresco y lozano.
Supe que venías
porque el río
se transformó en cascada
y las aves que migraron
volvieron todas.
Sí,
supe que venías
porque la esquiva primavera
asomó en la pradera
antes del tiempo indicado
y los deshielos de montaña
entonaron en el cauce
un concierto de piedras
y espuma.
Lo supe
cuando mi sombra amiga
comenzó a danzar
con las últimas
gotas de lluvia;
y porque pude percibir,
suavemente y en frágil armonía,
el palpito de tus latidos
y el calor de tus labios.
Y supe entonces
que venías cerca,
porque lance besos al aire
y el viento generoso,
tras el roce en tus labios
los traía de vuelta,
con un indescriptible
sabor a belleza...
Supe que venías...
porque las hojas
de los árboles
saludaban agitadas
hacia algún lugar
y luego se dejaban caer,
libres,
para jugar al amor
con la hierba.
Supe que viniste
porque donde estuvieron tus huellas
crecieron flores de cristal y
estatuas de rocío,
y esas aves que volvieron,
anidaron allí
con sus crías...
Así fue
como supe que venías,
porque una fuerza incontenible
me llevó a escribir estas palabras
sobre la corteza transparente
que me obsequió un viejo árbol.
¡Y supe que
estuviste aquí!
porque te llevaste
todo lo escrito
hacia ese lugar lejano
desde donde ya,
Nunca... volverás...
30 de agosto del 2005 10:30 a.m.
porque oí a lo lejos
tu parpadeo
y sentí, claramente,
el olor de tu respiro,
con un aire de inédita poesía.
Supe que venías
porque vi a la distancia
como el horizonte claro
se acercaba de a poco
a mis anhelos.
Supe que venías,
porque pude ver
al zorzal inquieto
y al jilguero
componiendo nuevamente.
...Que venías cerca,
porque pude recordar
tu última partida,
cuando una vez ida
dejaste tu aroma
fresco y lozano.
Supe que venías
porque el río
se transformó en cascada
y las aves que migraron
volvieron todas.
Sí,
supe que venías
porque la esquiva primavera
asomó en la pradera
antes del tiempo indicado
y los deshielos de montaña
entonaron en el cauce
un concierto de piedras
y espuma.
Lo supe
cuando mi sombra amiga
comenzó a danzar
con las últimas
gotas de lluvia;
y porque pude percibir,
suavemente y en frágil armonía,
el palpito de tus latidos
y el calor de tus labios.
Y supe entonces
que venías cerca,
porque lance besos al aire
y el viento generoso,
tras el roce en tus labios
los traía de vuelta,
con un indescriptible
sabor a belleza...
Supe que venías...
porque las hojas
de los árboles
saludaban agitadas
hacia algún lugar
y luego se dejaban caer,
libres,
para jugar al amor
con la hierba.
Supe que viniste
porque donde estuvieron tus huellas
crecieron flores de cristal y
estatuas de rocío,
y esas aves que volvieron,
anidaron allí
con sus crías...
Así fue
como supe que venías,
porque una fuerza incontenible
me llevó a escribir estas palabras
sobre la corteza transparente
que me obsequió un viejo árbol.
¡Y supe que
estuviste aquí!
porque te llevaste
todo lo escrito
hacia ese lugar lejano
desde donde ya,
Nunca... volverás...
30 de agosto del 2005 10:30 a.m.
3 comments:
gracias por tu comentario legitimo heredero de las aventuras, el amor y la solidaridad.indefectiblemente es hermoso comprobar que no estamos tan solos en este descarrilar.
en la misma pagina te he dejado otro mensaje
Pronto te iré a visitar, buen Troyano
TRISTE!!!
Me hizo llorar.
Besos!!!!
Tormenta.
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