...Entraré en un profundo sosiego... En la mudanza del alma aventurera...

Me acercaré a la realidad y deberé -entonces y menesterosamente- callar un buen tiempo; seguir aprendiendo vuestras lenguas (como ya bien lo he hecho en este sitio). Inmiscuirme entre ustedes e inventar rutinas verdaderas, para lo cual requiero callar y no llamar la atención ni la aversión... ¡que si me descubrieseis, me mataríais!

Llevaré un antifaz de ojos mudos, pero grávidos, y volveré con la mirada de color miel. Si nos topamos en el andar, poned tu mano en mi mejilla o dadme un abrazo fraterno, solo así, al sentiros, sabré si he logrado hacerme parte de esta realidad.

Mientras todo aquello ocurra (si es que ocurre), callaré por los tiempos que sean necesarios, un poco moribundo y taciturno, pero con la viveza y la impaciencia -inquieta y pujante- dispuesto a renacer, como tantas veces ocurrió en el linaje de mi leyenda.

Quizás vuelva, en gloria y majestad, sin disfraz y con el pontificado del perdón a mi haber. Quizás, con la llave de esa trascendencia esperada en mi bolsillo. Tal vez, más solo que nunca, tal vez... enamorado del tiempo o de alguna -ella- que aún no he conocido.

El profundo silencio será la gran prueba de mi resistencia... o de mi extingo. Más si no vuelvo, cualquier mirada fugaz que haya recorrido estos prados, podrá llevar consigo un brote, una huella y una causa jamás perdida, como el gesto mínimo de mi gratitud interminable por vuestro tiempo, por vuestras letras y por vuestros asomos...

Hasta alguna próxima vez.

Abrazos y afectos por doquier.
El Hijo del Quijote.

...Una Leyenda inconclusa...